Carlos Morales Sánchez
El viernes pasado estuvo en Oaxacaranda don José
Ramón Cossío Díaz. Lamenté no haber podido escuchar su palabra sabia y
verdadera porque la lucha por el pan cotidiano me lo impidió.
En el año 2004 cuando llegó a integrar el más
alto tribunal me regocijé. Yo ya era litigante asiduo a la SCJN había llevado y
ganado el AR 703/2004 que había incorporado jurisprudencialmente la teoría de
las normas penales en blanco. Ávido, leía los textos que publicaba en Este país
y su Teoría Constitucional de la SCJN era mi biblia laica. En mi humilde
biblioteca estuvo durante muchos años, junto al “Diario del Che en Bolivia” la
inspiradora “Cambio Social y Cambio Jurídico”.
Los 15 años pasaron como un suspiro y los
aportes ahí están. Luchó casi sólo contra el stablishmen. A veces lo apoyaba
Olga a veces no. Hizo buena mancuerna con Zaldívar. Para la historia quedan los
debates con los guardianes del conservadurismo. Ahí están sus ideas en sus
votos particulares. Cuando promoví los tres amparos directos en revisión demandando
la inconstitucionalidad de los retenes fue el único que votó en mi favor. Se
adelantó a su tiempo.
Aún recuerdo aquella tarde del 2006 en el
Etnobotánico de Oaxaca cuando dijo que después de las controversias
constitucionales contra el artículo 2º constitucional nadie había promovido
amparos por efectivizar el catálogo de derechos de esa norma. Y le tomé la
palabra y le quité betún al pastel. Y postulé el caso Jorge Santiago Santiago
que conoció la Primera Sala. El amparo fue concedido por tres votos a dos. Bajo
la ponencia del ministro Cossío en el ADR 1624/2008 se crearon las nuevas
reglas para juzgar al indígena. Las personas indígenas tienen una deuda con
José Ramón.
Tengo otra historia:
Pachina fue acusada de vender un gramo de
cocaína. Ya estaba entrando a la tercera edad y era brava como las indígenas
costeñas. Un amigo desleal la acusó. Pataleamos en el juicio. Ofrecí todas las
pruebas pertinentes. Hice de ese litigio mi causa personal. Al final la
sentencia fue de diez años. En la apelación ni leyeron mis agravios. Promoví el
amparo directo.
Era el 2007 o 2008. Vivíamos en la prehistoria.
Aún se veían lejanos los días del nuevo sistema
penal. Argumenté que las declaraciones en sede judicial deberían tener mayor
credibilidad que las emitidas ante el MP.
Hice un análisis de la ausencia de acreditación del elemento normativo
“sin autorización”. Argumenté la violación a derechos humanos en la detención
policial y la ruptura de la igualdad procesal. Entre otros temas que ahorita no
recuerdo. El colegiado no acogió mis planteamientos y promoví el amparo directo
en revisión. La SCJN acogió el ADR.
El día de la votación me escapé a la CDMX. Los
primeros cuatro votos fueron en contra. Cuando le llegó el turno, Cossío votó a
favor de la concesión. Cuando la sentencia fue engrosada venía un voto
particular que hoy tengo enmarcado en mi oficina junto al óleo “Justicia
Indígena” obra del maestro Boyacense Carlos Cepeda. Con eso tengo.
Por eso lamenté no haber ido a escuchar su
palabra verdadera. Aunque hemos hablado pocas veces es mi maestro. Hoy que
vivimos inciertos tiempos de cambios extrañaremos su palabra en la SCJN. Él,
como nadie, habría levantado su suave voz en el edificio de Pino Suárez contra
el poderoso sea cual sea su signo político. Sé que desde la academia seguirá
alentando el verdadero cambio de este país.
Gracias Ministro.
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